Condolencias

La tía Leo ha sido una parte fundamental en mi vida. De manera directa e indirecta, me marcó. En su complejidad, como toda persona, me mostró sus amores, sus dolores, sus enojos con la vida y sus orgullos. Como se dice por ahí, la vida es un rompecabezas siempre incompleto. En mi caso, nací tarde, con una familia ya vivida. Aprendí rápido que había que absorber lo que más pudiera de esas mujeres, charlando mucho, escuchando anécdotas, tomando un tecito. Una de ellas fue mi tía Leo. Nunca dejó de expresarme su amor por su familia, su dolor por sus pérdidas, pero sobre todo, el orgullo que sentía por sus hijos: Pedro, María, Francisco y Silvia. Temprano, en ella encontré que no existen líneas rectas en nuestras vidas, que vamos luchando, saliendo adelante con lo que tenemos. Y que hay que seguir. “Para salir adelante hay que estudiar, estudie mucho hijo”, me lo dijo hasta el cansancio. Hace unos días conversaba con una amiga y le comentaba que, si bien vivimos en un mundo machista, yo me crié entre mujeres muy fuertes, con mucho carácter, aguerridas, que le dieron pelea a la vida. Con las herramientas que tenían, sacaron a sus familias adelante. Y ahí aparecía mi tía Leo, con más de una anécdota, con su personalidad, con su carácter, con sus comentarios directos que me incomodaban y me hacían reír tanto. Vi a la tía Leo querer a mi vieja, su hermana, como a una hija. Y siento que, por orden traslativo, me quiso en ese mismo cariño. Me lo demostraba en gestos, cada vez que nos veíamos: —Hijo, ¿comió? —Hijo, ¿quiere un tecito? —Hijo, ¿tiene para la micro? Muéstreme... Como decimos acá, la tía fumaba abajo del agua… Hoy toca despedirla a la distancia, sabiendo que hice lo imposible para que “la nena” llegara a despedirse. Me duele no haber podido estar ahí. Mando mis condolencias y todo mi cariño a su familia, a sus hijos y nietos, por los cuales sintió tanto orgullo y me lo hizo saber tantas veces.